martes, agosto 10, 2010

Antes de Invictus estuvo La conspiración

Entre nosotros, la solidaridad con las luchas antiimperialistas con Africa siempre quedó lejos.Pero algo se hizo, y el cine ayudó y ayuda, al menos a hablar.

Invictus
, la película que Clint Eastwood ha rodado con grandes actores, y según la obra del liberal John Carlin. Aunque la película introduce sus dudas sobre el “happy end” descrito por el periodista blanco sudafricano que, no hay que olvidarlo, se sitúa en la tradición de que todo se podría arreglar por las buenas, o sea sin afectar las estructuras socioeconómicas, en realidad se podría hablar de una primera fase. La siguiente fase ya está en trance, y entra donde Carlin no quiere entrar. O sea en el punto de las diferencias sociales que gracias al neoliberalismo no ha hecho más que agravarse ya que, con las ilusiones de una primera fase solventada sin una guerra exterminadora (a la que estaba dispuesta la minoría blanca atrapada por la historia y obligada a ceder) , el pueblo trabajador sudafricano se olvidó de su capacidad movilizadora…

Es muy curioso el contraste entre este “happy end” y la crudeza de la situación bajo el “apartheid”. Sobre este punto resula del mayor interés revisa una vieja película, La conspiración (The Wilby Conspiracy, USA, 1975), que realizó Ralph Nelson, y que produjo significativamente Sidney Poitier, entonces en la cumbre. Entre película y película de negro-limpio-bueno e inteligente del tipo Adivina quien viene esta noche (1967), hecha a la mayor gloria de la pareja legendaria formada por Spencer Tracey y Katharine Hepburn, Poitier produjo películas comprometidas, y La conspiración, bajo el formato de un “thriller” con tesoro incluido, lo era.

Y tanto que lo era. Describe una Sudáfrica en la que la situación para la mayoría negra se hace cada vez más difícil. La policía impera y la gente de color es sometida a continuos atropellos, y aunque hay blancos liberales con buenas intenciones, la lucha se va recrudeciendo. La abogada liberal Rina consigue en un juicio que liberen a Shack Twuala (Sidney Poitier), su cliente, sin saber que es un destacado activista del clandestino movimiento negro que tiene en jaque al departamento de Seguridad Nacional. Un tal Jim (Michael Caine), británico y amante de Rina y bastante ajeno a lo que sucede en Sudáfrica, se ve de pronto envuelto en una trepidante huida con Shack para intentar escapar del cerco policial y conseguir atravesar la frontera, sin imaginarse que todo obedece a un plan perfectamente estudiado. Su director Ralph Nelson, no ofrece muchos matices. El activista y la pareja de cómplices blancos son perseguidos or dos policías especialmente racistas, y que tienen un plan: hacer que Shack les lleve hasta donde se encuentra Wilby, el líder del movimiento de liberación…En un momento dado, la actuación de los policías es tan vejatoria que el atribulado Jim (un papel que Caine casi hace creíble), no duda en dispararle en cabeza poli. Entonces Shack le viene a decir, “Al fin has comprendido. Esto es lo que nosotros estamos obligados a hacer”.

Esta película no consiguió la resonancia que obtuvo Cry Freedom, sobre todo porque se realizó en una fase anterior a la de los ochenta, cuando la resistencia se hizo irresistible con movilizaciones de todo tipo, pero resulta claramente lo que podíamos llamar “una apología del terrorismo”, aunque a los amigos del régimen de Pretoria no les preocupó ya que pasó desapercibida. Para ellos o había duda: el “apartheid” se desarrollaba en un “régimen democrático” quizás perfeccionable, y dicho regimen tenía el monopolio de la violencia. El “terrorismo” por lo tanto ra lo que hacía la resistencia…

En aquella época, la lucha contra el “apartheid” parecía detenida…

En Junio de 1964, Nelson Mandela y los otros hombres del proceso de Rivonia (Sisulu, Mbeki, Kathrada, Mhlaba, Motsoaledi y Mlangeni), llegaron a Robben Island y comenzaron a cumplir su condena de cadena perpetua.

Era una noche fría y viajaron con las esposas y los grilletes puestos, sentados en una plataforma elevada en el lateral de una furgoneta, y tuvieron que utilizar un cubo para hacer sus necesidades. La cárcel está situada a unas siete millas de Ciudad del Cabo, y era; famosa por estar muy bien protegida. Los casos de evasión eran apenas existentes. La celda de Mandela, en una sección recién formada de “incomunicación” era de “máxima seguridad”. Durante los primeros meses estuvo incomunicado, carecía de noticias de los suyos, tenia horribles pesadillas. “Cada hora, dirá más tarde, me parecía un año. Sufrí esta incomunicación durante dos meses y al final llegué a la conclusión de que no existía nada más inhumano que el verse privado de la compañía de otros seres humanos”.

Durante los primeros diez años, los de Rivonia tuvieron que trabajar en una cantera de cal, en una enorme cavidad hollada por generaciones de presos negros, bajo el ardiente sol del verano o bajo las heladas y húmedas nieblas invernales. Las condiciones de trabajo eran inhumanas. Su alimentación consistía primordialmente en porridge de maíz y verdura pasada. La actitud de los guardianes se hacía insoportable, en ocasiones eran castigados con trabajos forzados y en celdas especia les. Más tarde la situación cambió un poco y fueron empleados para trabajos más holgados como el pavimentado de carreteras o la recogida de algas en las playas. Las visitas periódicas de Winnie, a pesar de sus estrechas limitaciones, fueron un bálsamo en esta situación.

Muy poca gente se acordaba de Mandela durante esta época. El régimen de Pretoria gozaba entonces de un desarrollo económico pletórico, y la resistencia no levantó cabeza hasta el estallído de Soweto. El aislamiento de los presos era casi completo y las noticias que le permitían conocer no eran en ningún modo favorables a sus aspiraciones. No obstante, mediante huelgas de hambres y protestas intermitentes, con la débil presión internacional que fue creciendo a finales de los años setenta, entre otras cosas mediante las actividades de Helen Suzman, el “rostro humano” de los parlamentarios liberales y de la Cruz Roja. Desde entonces se fueron logrando mejoras graduales. Se acabaron los trabajos más penosos, se permitió le entrada de la prensa y se incrementaron las visitas y las cartas. Mandela pudo cultivar sus famosos bidones de plantas y comenzó a leer, incluso a estudiar para una licenciatura londinense de leyes que se vio truncada por una nueva prohibición. Sólo se le permitió estudiar afrikaans, economía e historia.

Todos los testimonios de esta época coinciden en mostrarnos un Mandela firme. Ni siquiera flaqueo cuando se enteró de algunos de los más graves percances de Winnie con la policía. La Dra Motlana describirá así esta posición: “!Oh, poderoso, poderoso!. Excepto por unas pocas canas era el mismo Nelson que hace tantos años que conozco. !Dignidad absoluta, un gran jefe xhosa!. Extremadamente sano, mental y físicamente…Luego el pueblo saló a la calle, los sindicatos realizaron huelgas muy duras, los niños en los colegios se sublevaron, las mujeres negras y blancas se pusieron en primera fila…Querían libertad, igualdad y fraternidad.

Sudáfrica era la gran esperanza de África…

Pepe Gutiérrez-Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su comentario.