martes, agosto 10, 2010

Rieles hacia lo desconocido: Misterios ferroviarios

Scott Corrales Bradford – Estados Unidos

El maquinista Donald Mc Donald – conocido universalmente como "Mac" por razones obvias – se había criado en el montañoso estado de Virginia Occidental y lo conocía palmo a palmo. Sus estrechos valles y los altos puentes transitados por su ferrocarril de carga eran tan familiares como los pasillos de su propia casa.

Pero lo desconocido le tendió una celada en 1975. Mc Donald, un fogonero y un frenero transportaban una carga de once mil toneladas de carbón desde las minas de Virginia Occidental hacia el puerto de Baltimore a lo largo del célebre "17-mile grade" – una pendiente inclinada que representaba un desafío para cualquier tren, y una situación casi heroica para los cien vagones que integraban el convoy carbonero. El viaje estaba tomando lugar sin novedades una noche estrellada hasta que una luz fulgurante apareció de la nada para colocarse en la vertical de la locomotora.

Según el testimonio de "Mac", obtenido tras una entrevista con el investigador Bob Teets, ni él ni su tripulación pudieron ver la fuente de la potentísima luz que bañaba no sólo la locomotora sino el campo circundante. Pensaron que se trataría de algún helicóptero, pero no tardaron en darse cuenta de la total ausencia de sonido.

El convoy prosiguió su ascenso del 17-mile grade mientras que la luz permanecía sobre la locomotora. En ningún momento se atascaron los poderosos motores diesel del aparato ni hubo ninguna reducción en su capacidad de tracción. El maquinista y sus ayudantes pasaron los cinco minutos más largos de sus vidas hasta que la luz se apagó y el viaje prosiguió sin interrupciones. "Sospecho que se trataba de alguna especie de ingenio militar secreto, cosa de la Guerra Fría. Por supuesto, pudo haber sido un OVNI, pero sé muy poco sobre ambas cosas".

Curiosamente, ese mismo año otro maquinista tendría un encuentro más escalofriante con lo desconocido: A las tres de la madrugada el 22 de febrero de 1975, Filippo Simone y su frenero Antonio Milella, desplazándose entre las ciudades italianas de Bari y Nápoles, llegaron a una recta para presenciar con terror que una luz se dirigía directamente hacia su locomotora a lo largo de los rieles: Seguramente se trataba o del gran faro de otra locomotora que transitaba en sentido opuesto. Totalmente incapaces de evitar el inminente choque de sus enormes máquinas, Simone y Milella se quedaron totalmente atónitos al ver que la luz se levantaba de la vía para desaparecer sobre sus cabezas. ¿Se trataba de la misma luz en ambos casos? No existe manera de saberlo.

Pero dos décadas antes de cualquiera de estos casos, un incidente involucrando un tren y un OVNI cobrarían fama mundial y pasaría a formar parte de la casuística OVNI de los años '50. A las tres y veinte de la madrugada el 3 de octubre de 1958, el tren de carga 91, de cincuenta y cinco vagones, se desplazaba entre las ciudades de Monon e Indianápolis en el estado de Indiana (EUA). En la cabina del tren viajaban el maquinista Henry Eckman y sus dos ayudantes, Cecil Bridge y Morris Ott. A esas horas de la madrugada, el convoy había sonado su claxon al llegar a un cruce nivelado conocido como Wasco – un punto en la oscuridad sin ningún pueblo cercano – cuando la tripulación percibió la presencia de cuatro luces en el cielo que parecían moverse en formación de "V" abierta. El frenero Cecil Bridge informó a sus compañeros sobre el hecho, convirtiéndose en testigos del extraño fenómeno.

Las luces cruzaron la vía a cierta distancia del tren, dejándose ver claramente como cuatro grandes luces blancas, y prosiguieron hacia el este, perdiéndose en la oscuridad. Pero regresaron de manera inesperada y súbita, sorprendiendo a los tres ferrocarrileros. Bridge decidió alertar al conductor del tren, que se encontraba en el furgón de cola, sobre lo que estaba pasando. Las cuatro esferas de luz sobrevolaron el tren en fila india, mostrando interés aparente por los vagones que formaban el convoy. Según el testimonio

de Bridge, las cuatro luces parecieron posarse sobre la vía después de sobrevolar el tren. "Nos dimos cuenta también", dijo Bridge en su entrevista con el legendario periodista Frank Edwards, "que cambiaron de color. Eran de color blanco al encenderse pero al reducir su velocidad mudaron su color a un amarillo y luego a un color anaranjado sucio cuando se desplazaban muy lentamente".

Más interesante aún es el hecho de que Bridge y sus compañeros se valieron de sus grandes linternas para hacer señales a los objetos desconocidos. "Hicimos parpadear nuestras linternas y las sacudimos. Pensamos que eso haría que las luces se acercasen más, y de hecho lo hicieron, aunque no puedo asegurar que el acercamiento haya sido producto de nuestras señales".

El avistamiento tuvo una sorprendente duración de una hora y diez minutos hasta que el convoy llegó a las cercanías de Kirklin, población al noroeste de Indianápolis. Las juguetonas luces siguieron al convoy de lejos antes de desaparecer completamente. El incidente de Monon y las descripciones claras y sin ambages de sus protagonistas llevaron a Richard Hall, investigador principal de la organización NICAP, a decir: "Las maniobras coordinadas en formación, la reacción a los haces de luz, y el seguimiento del tren de carga sugieren alguna clase de inteligencia por parte de las extrañas luces".

No hay duda de que misterio parece estar interesado en los trenes – no tanto los de pasajeros, como sería de esperar, sino los de carga. Tenemos historias de trenes perseguidos por OVNIS, trenes fantasma y trenes que se desvanecen en la nada. El escritor C. D. B. Bryan recoge una anécdota estremecedora de la investigadora Linda Moulton-Howe en la que un tren de carga con docenas de vagones repentinamente se elevó en los aires hasta desaparecer. Todas las crónicas de asuntos forteanos y "alta extrañeza" incluyen el testimonio de un tal Dr. Humphries quien citaba la experiencia de un testigo que vio a un torbellino levantar una locomotora de la vía y depositarla intacta en otra vía, pero en sentido contrario....



Locomotoras del más allá



Una vez terminada la red ferroviaria transcontinental a fines del siglo XIX, los Estados Unidos podían jactarse de tener uno de los sistemas ferroviarios más activos del mundo. Enormes trenes como el Mikado tiraban un enorme número de carros de carbón para alimentar el apetito industrial de la incipiente superpotencia. Pittsburgh, en particular, necesitaba carbón para nutrir los altos hornos de sus colosales explotaciones siderúrgicas y de fabricación de vidrio. Un número de ferrocarriles entrecruzados rendía servicio a esta zona.

La construcción de la red de carreteras interestatales, la decadencia del comercio ferrocarrilero y el advenimiento de la era posmoderna trajeron consigo el desuso y el consiguiente abandono de las ferrovías y los túneles que habían sido perforados a través del corazón de las montañas Apalaches.

Uno de estos tramos recorría los túneles al sur de Pittsburgh, cerca de la población de Canonsburg. El tramo aún retiene una memoria fantasmal de sus días de gloria, como lo descubrirían por sí mismos dos jóvenes de Pennsylvania.

Una noche, mientras que se encontraban conduciendo a lo largo de los caminos poco transitados que se desprenden de Donaldson Road, se encontraron con los rieles olvidados, ya herrumbrosos y cubiertos de maleza. Un par de túneles localizados rieles abajo llamó la atención de los jóvenes -- particularmente el hecho de que uno de los túneles se encontraba obstruido por una reja que se hizo a un lado mientras que se acercaban, extendiéndoles lo que parecía ser una invitación.

Pero más pudo el miedo que la curiosidad: Los jóvenes decidieron evitar la dudosa distinción de internarse en las tinieblas de la oquedad. Optaron por regresar al día siguiente, sólo para descubrir que la reja que cubría la entrada había desaparecido, al estilo de las películas de horror, y que el túnel se encontraba tapiado con ladrillos de gran antigüedad, a juzgar por su condición. Esto dejó a los jóvenes más desconcertados todavía.

Sintiéndose incapaces de hacer caso omiso del gran atractivo del enigmático lugar, regresaron a los túneles durante una noche de luna llena en mayo de 1993. El plan que habían fraguado para explorar los túneles abandonados se vino abajo debido a la aparición repentina de una locomotora fantasmal, de color blanco perla y de consistencia casi sólida. Esto hizo que los testigos perdiesen su determinación y huyesen del lugar.

Los jóvenes dieron el nombre de "Hell" (Infierno) a la extraña región de trasmonte que habían descubierto, y se dedicaron a aprender todo lo más posible sobre ella. Al principio, un cotejo rápido de la biblioteca pública resultó infructuoso, pero los jóvenes paulatinamente reconstruyeron el relato de un tremendo accidente ferrocarrilero que había tomado lugar aquella zona durante los años '30.

Más ominoso todavía resultó el descubrimiento de una crónica acerca de un descarrilamiento subsiguiente durante los años '60. Dicho siniestro produjo el choque con un tren que transportaba los cadáveres de veteranos de la Guerra de Vietnam.

Los jóvenes descubrieron que "Hell" tenía una personalidad propia: Permitía la entrada a algunos y no a otros, valiéndose de un auto Chevy Camaro de color amarillo chillón, o una camioneta del mismo color, que perseguía a los visitantes inoportunos hasta la carretera principal, desapareciendo entonces a través de un camino sin pavimentar justo después de haber ahuyentado a los intrusos.

Antes de descartar el relato de los adolescentes como una acalorada combinación de películas de Freddy Kruger y novelas de Stephen King, debemos detenernos para reflexionar acerca del hecho que los actos violentos suelen dejar una impresión imborrable sobre las zonas en las que toman lugar.

El fallecido psíquico inglés John Pendragon comentó sobre un evento que tomó lugar en Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Un hombre que buscaba refugio en una mansión derruida durante un bombardeo se encontró con un "monstruo" -- un ser con cuernos, con el aspecto de una cabra y lleno de maldad, sentado en las escaleras que conducían al piso superior de la casona. Según el testigo, la espeluznante criatura subió las escaleras corriendo y se internó en una de las alcobas, donde empezó a hacer ruido.

Pendragon especuló que el infeliz refugiado había presenciado a un elemental, una criatura "propensa a frecuentar los lugares en dónde ha ocurrido una tragedia". Investigaciones hechas a la postre revelaron que un criado se había suicidado en la mansión, ahorcándose desde un pasamanos, y que muchos alegaban haber visto, desde entonces, la aparición bestial sobre la escalera. Se descubrieron enigmáticas huellas de tres dedos cerca de la población de Mars, Pennsylvania, en febrero de 1975, en el lugar donde un túnel ferroviario se había desplomando. Este hecho añade cierto peso a la hipótesis sobre los eventos trágicos.

Las llamadas "zonas muertas" han llamado la atención de los investigadores dedicados a desentrañar sus secretos. La existencia de tales sitios ha sido explicada en términos de "saturación psíquica", concepto que supone que la materia es capaz de registrar impresiones de naturalezas distintas, al igual que una cinta magnetofónica en blanco.

Cuando un evento produce un desprendimiento intenso de energía mental o espiritual de un individuo o de un grupo de personas, la materia circundante (en este caso los túneles, rieles, etc.) recogen y almacenan el desprendimiento, que será "reproducido" por una persona o personas capaces de hacerlo.

Mientras que ninguno de los dos perceptores del extraño fenómeno que se suscita en "Hell" intentaron comprobar la solidez de la reja en la entrada del túnel o la solidez de la locomotora fantasma, el fenómeno ha entrado en la modalidad de "reproducción" cada vez los jóvenes han regresado al lugar.

Puede invocarse una teoría alternativa, la del contagio psíquico, para explicar los sucesos en esta comunidad, localizada cerca de una carretera interestatal de importancia (la ruta 79) y a menos de 40 minutos de Pittsburgh.

Los eventos que están tomando lugar en "Hell" son nada más que una alucinación sufrida por alguien en un momento específico – quizás durante el choque de los años '30 o el descarrilamiento de los años '60 – repitiéndose y expandiéndose hasta convertirse en una especie de disturbio mental localizado, infectando a los que se internan en la zona y transmitida por éstos a otros, alimentando así la existencia del fenómeno.

Situaciones parecidas han sido tratadas por los más destacados parasicólogos estadounidenses y europeos, pero su complejidad conduce a optar por la posibilidad de un fenómeno fantasmagórico de buena fe.

Debe señalarse con toda imparcialidad que han ocurrido otros accidentes ferroviarios en Pennsylvania que no han legado crónicas fantasmales para generaciones futuras. En 1856, un tren lleno de niños de escuela dominical que iban de pasadía chocó contra un tren regular, dejando un saldo de 66 muertos. Alegadamente, el maquinista quedó tan traumatizado por el evento que se suicidó al regresar a su hogar. La región que incluye a Canonsburg, Pennsylvania, está incluida en términos generales dentro de la zona conocida como Laurel Highlands, que goza de fama por sus numerosos avistamientos de OVNIS y encuentros con seres peludos ("Bigfoot"). Existen otros misterios en la región que complementan el relato de los adolescentes de forma extraña. Durante la conclusión del trabajo en los rieles que van desde la montaña Pennview, dos equipos de obreros ferroviarios, precipitados por el caluroso clima de verano o por ofensas reales o imaginarias, tuvieron una reyerta en la cual se utilizaron los tirafondos de los rieles como armas. Dos hombres resultaron muertos durante el encuentro, y se les dio sepultura a ambos en el mismo lugar. De acuerdo con los vecinos, todavía pueden escucharse los gritos enojados durante ciertas noches.

La autora Nancy Roberts, en su libro Illustrated Guide to Ghosts ("Guía Ilustrada de Fantasmas"), incluye una situación parecida a los avistamientos de Canonsburg: Pat Hayes y su esposo Larry estaban conduciendo a través de Carolina del Norte en horas de la madrugada cuando su auto sufrió una avería. Mientras que Larry fue a buscar ayuda, Pat pudo escuchar el sonido chirriante de metal en la oscuridad. Decidió bajarse del vehículo para ver lo que había pasado.

No tardó en presenciar el descarrilamiento de un tren de pasajeros desde un puente elevado hacia las aguas de un riachuelo bajo el puente. La oscuridad quedó desgarrada por explosiones, fuego y gritos. Para confundir la situación aún más, Pat descubrió que a su lado estaba un hombre delgado, vestido de uniforme, que le preguntó la hora. Parecía no sentir preocupación alguna por el terrible panorama que se desenvolvía ante ellos.

Larry se encontró al regresar que Pat estaba aturdida y convencida de que un accidente terrible había sucedido en el bosque. Al día siguiente, visitaron la estación ferroviaria local para preguntar sobre el suceso. Se les informó que no se había producido descarrilamiento alguno la noche anterior – aunque sí había ocurrido uno esa misma noche hacía ya 50 años: el 27 de agosto de 1891, un tren había salido de Sallsbury hacia Ashboro, Carolina del Norte, y había llegado al puente de Bostian a las 3 de la madrugada, descarrilándose y cayendo 28 metros hacia las oscuras aguas del riachuelo.

El jefe de la estación pudo enseñarle a la confundida Sra. Hayes un recorte de prensa tomado del periódico Charlotte Chronicle, recordando la fatídica noche: "Arrojados a sus muertes. Mueren 30. Muchos Heridos. A las tres de la madrugada, el puente cerca de

Statesville es el lugar del descarrilamiento". El jefe de equipajes, H. K. Linster, figuraba entre los muertos. Sus señas correspondían exactamente con las del hombre uniformado que le había dirigido la palabra en el bosque.

Más dramáticos resultan los relatos sobre el "recorredor de vía decapitado" quien desempeña sus deberes cada noche hasta el día de hoy.

Según una variante del relato, un recorredor de vía se encontraba de regreso a Derry, Pennsylvania luego de haber revisado ciertos tramos de la ferrovía en las cercanías de Burd's Crossing cuando fue decapitado por un tren que iba en dirección oeste. El hecho es que se descubrió el cadáver decapitado del hombre al día siguiente. Desde entonces, aquellos que han optado por tomar un atajo a través de los rieles se han encontrado con un hombre sin cabeza que porta una linterna.

Si bien es cierto que no debemos permitir que el encanto del folklore, no importa cuán pintoresco, nos distraiga de las verdades que yacen en el fondo del asunto, lugares como "Hell" existen no sólo en los EE.UU. sino en todo el mundo, y muchos de ellos envuelven ferrocarriles.



El tren fantasma ruso



Hay casos de trenes paranormales que rayan en la ciencia-ficción, y el extrañísimo caso del poyed-prizrak ("tren fantasma") de la república rusa es ciertamente uno de ellos. Durante la época imperial, las estepas y desiertos de la Madre Rusia se vieron cruzadas por vías férreas diseñadas para consolidar el control del zar sobre aquellas lejanas tierras. Fue así que surgieron líneas de ferrocarril cuyo eco se conserva en nuestros tiempos: El Transcaucásico entre Batumi en el Mar Negro y Bakú en el Caspio; el Transcáspico, que conectaba las viejas y míticas urbes de centro Asia – Merv, Samarcanda, Bujará y Tashkent – con una recta de acero; el Transarálico, para conectar a Tashkent con Samara a las orillas del Volga; el Transmanchuriano, para unir la lejana Vladivostok con el resto del mundo, y por supuesto, el formidable Transiberiano, en uso hasta nuestros días.

El investigador ruso Boris Tarakanov –según nos lo cuenta el cronista ruso-americano Paul Stonehill – se dedicó durante años a investigar un tren fantasma sumamente extraño: Un tren de pasajeros con tres vagones, fletado para un viaje de excursión en la actual Ucranía. Uno de los pasajeros – un italiano que transportaba consigo el cráneo del fallecido autor ruso Nikolai Gogol – tuvo la extraña sensación de que algo le instaba a saltar del tren antes de que se internase en un largo túnel. Jugándose la vida, el joven decidió saltar del tren justo cuando una nube blanquecina y viscosa comenzaba a rodearlo a la entrada del túnel. Según Tarakanov, otro pasajero habría sentido la misma premura que el turista italiano y también saltó antes de que el tren y sus pasajeros se volatilizaran para nunca jamás ser vistos, como si el caballo de acero y sus vagones nunca hubiesen existido.

Había nacido la leyenda del poyed-prizrak – el tren de una locomotora y tres vagones con las ventanillas cerradas, puertas abiertas, y la cúpula del maquinista totalmente vacía, que se materializa una y otra vez en ciertos puntos y cruces del oeste de Rusia.

Curiosamente, Tarakanov siguió la pista de "El italiano errante" y se puso en contacto con unos colegas italianos. Estos le informaron que el tren había desaparecido en 1911 y que pertenecía a la línea Sanetti. Pero el dato más alucinante aguardaba al ruso al otro lado de los mares: Los archivos de un prestigioso médico mexicano de la década de 1840 hacían mención del extraño caso de cien italianos que habían sido internados en un manicomio de la época por afirmar que habían llegado a tierras mexicanas en tren. ¿Se trataba acaso de los pasajeros del tren de 1911, transportados al pasado y allende el mar por un fenómeno dimensional desconocido?

El poyed-prizrak volvió a aparecer en 1991, según lo confirmado por el rotativo Pravda Ukrainy. El 25 de septiembre de ese año, Yelena Chebrets, la encargada de vigilar el paso nivelado, informó que el tren fantasma había hecho acto de presencia en dicho sitio pero que un fenómeno aún más extraño había tomado lugar: El científico V. P. Leschaity de la comisión de investigación de fenómenos anómalos de la Ucrania se había personado con varios otros para presenciar el evento, y que un impulso le llevó a correr y saltar sobre el último vagón que pasaba, despareciendo junto con el tren.

Stonehill nos cuenta que los avistamientos de este extrañísimo fenómeno se siguen dando en la actualidad. En 2002, Vyacheslav Fomenko, un operario de televisión vecino de la población ucraniana de Zaporozhye, regresaba de pesca un sábado por la mañana cuando llegó a la estación de ferrocarril de Plavni. A unos cincuenta metros de la estación pudo ver como un tren aparecía de la nada – un antiguo tren de pasajeros con seis o siete vagones. Pero su azoro fue mayor aún al escuchar la bocina de un tren de carga que se aproximaba en el sentido opuesto y sobre la misma vía. La antigualla fantasma volvió a desaparecer lentamente antes de producirse el choque que temía Fomenko, quien no tardó en hacer a sus amigos partícipes de la extraña narración. Estos no dudaron en mofarse del operario, quien afirma haber estado sobrio y que no tiene fama de bromista.

¿Cuál será la causa de estos ferrocarriles evanescentes que se manifiestan en las vías de la antigua Unión Soviética? Stonehill cita la respuesta ofrecida por el matemático Iván Patsey, quien nos ofrece la teoría de que las vías férreas de Eurasia representan la estructura planetaria más grande creada por seres humanos, y que la gigantesca red férrea parece ejercer alguna clase de influencia sobre el tiempo y el espacio. Patsey señala que cualquier transformación del espacio puede producir anomalías temporales y que el tiempo y el espacio están íntimamente vinculados gracias al electromagnetismo. Puesto que un tren se desplaza a lo largo de coordenadas espaciales fijas – sus vías – sólo puede aparecer en dónde hayan existido rieles en el pasado... o los que existan en el futuro.

Scott Corrales Bradford – Estados Unidos
http://www.dragoninvisible.com.ar/

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