jueves, agosto 26, 2010

Un cafè en "El 38 de Baker Street". Dia 3. "Ero en Baker Street".

       De todos es conocida la inmensidad de Baker Street. A pesar de su inmensidad es fàcil moverse por ella, encontrar lo que buscas y lo que no buscas, y si algo se te resiste siempre puedes echar mano de ese inseparable amigo comùn que es Mr. Google, una simple insinuaciòn y èl te encontrarà cualquier cosa que estès buscando en esta ciber-calle. Aunque siempre encontraremos a los reticentes que piensan que pasear por Baker Street es  peligroso.
      Mucha gente no entiende que hay de atractivo en ponerse delante de un ordenador para pasear por la cibernètica Baker Street y hablar con personas que no conoces, de sentimientos o de sexo. Pero seguro que todos hemos vivido esa sensacion que se produce cuando en el grupo de amigos se empieza a hablar del sexo o del amor, esa especie de morbo suele aumentar cuando no conocemos al otro compañero o compañera de conversacion, y mucho màs cuando esa conversaciòn deja de ser en grupo y pasa a ser mas personal y privada.
      Chatear es tener una conversacion, una cibercharla libre de las identidades sexuales y personales, al menos al principio, despues y con el tiempo muchos llegan a conocerse personalmente lo que segun mi opiniòn cambia substancialmente la forma de conversar e incluso de mostrarse, dependiendo de como fuè la primera impresion que nos diò nuestro interlocutor hasta entonces desconocido fisicamente. Lo verdaderamente cierto es que el chat tiene por si mismo un inmenso poder que nos atrae. Casi siempre, la seducciòn es el mecanismo mas frecuente de la mayoria de las conversaciones. Los vinculos amorosos ponen en funcionamiento un mundo sensitivo compartido, deseado, o extremadamente necesitado. Aunque no siempre es asi por suerte.
     El poder es el propio discurso, simulando un deseo real, en un mundo real que transforma las estructuras amorosas de las parejas reales y la vida emocional en tèrminos generales. Se incorpora al otro o a la otra a travès de la imaginaciòn, cuànto mas mensajes, mails o sesiones de chats se envian, mas se quieren recibir. Se llega a un punto en que la interactividad se apodera del individuo de tal forma que esa interactividad se convierte en la esencia de la vida, en la vida misma del individuo. Todo jira alrededor del chats, el chats es la vida en sì mismo, cambiando un abrazo o el suave tacto de los dedos en la piel por abrazos cibernèticos medidos por palabras bajo el insensible tacto de los dedos en los frios pulsadores del teclado.
    Si bien es cierto, que en la mayoria de los casos, se busca el sexo en la red o el amor como una vìa de estimulaciòn, el adicto al cibersexo o al ciberamor transforma sus contactos eròticos o emocionales a traves de la red en una forma de liberaciòn. Este escapismo permite ademàs, adoptar una nueva personalidad, al menos on-line. Con todo, este nuevo "santo grial" que es la red, se convierte en una màquina capaz de proporcionar en el individuo experiencias virtuales tan autenticas que no puede distinguirla de la realidad, salvo por el echo de que en la mayoria de los casos se convierten en decepciòn. En lo que respecta al amor o al sexo autèntico, no hay afortunadamente ningùn dispositivo tecnològico que pueda llegar a sustituir a una persona viva. Por que incluso aunque una màquina pudiera llegar a reproducir la verdadera emociòn del sexo o del amor, el saber que otro ser humano se està entregando libremente a tì, y  te hace sentir al menos durante unos minutos, ... que no estas sòlo.
      Cuando el ser humano fuè creado y se le diò brazos y manos, èstos no se entregaron al hombre con el ùnico fin de poder agarrar objetos o de poder asirse a algo para no caer, si no que se nos dieron tambien para poder traspasarnos uno a otro todo el poder del verdadero sentimiento, del verdadero sexo, del verdadero amor fundidos en el inprescindible abrazo.
     Todo tiene sus perversiones, y la red es la entrada a todas ellas. Los mas amorosos estaràn acostumbrados a los chats de la virginal y tìmida mujer, que se transforma en una vampiresa viciosa frente a un teclado, calzando guantes de cuero y fustigando con el latigo del teclado a sus victimas electronicamente esposadas. Aunque dicho sea en honor a la verdad, no todas estas vampiresas son conscientes de su propia transformaciòn, es decir, no actùan con el fin de fustigar vìctimas con pleno conocimiento, la realidad es que son ellas vìctimas de sì mismas enmascaradas de vampiresas como consecuencia de insatisfacciones sentimentales o sexuales convertidas en frustraciones e incluso males peores sòlo analizados y tratados por psicòlogos profesionales. O las perversiones provocadas frente al enganche perpetuo de algunos hombres a pàginas de sexo, sobre cuyas fotos babea, extasiado ante exuberantes rubias cargadas de silicona hasta las depiladìsimas cejas. O la aprension que provova la alegre inconsciencia con que muchos se lanzan a tumba abierta en los brazos cibernàuticos de alguna desconocida, dispuesto a vivir intensamente un romance por correo electronico o en interminables noches de chat.
      Todas estas conversaciones virtuales tienen sus problemas, la adicciòn se produce por que lamentablemente en demasiadas ocasiones parece mas interesante que una autentica conversacion en la barra de un bar. El aferrarse al ordenador suele llegar por el cansancio de todo lo demàs, personas que afirman... "estoy hasta las narices de que las peliculas sean malos anuncios publicitarios, de la trivializacion de los conocimientos, de las relaciones video-clip y, en general de la hoguera de vanidades que es la vida real". Para muchos de los cibernàutas fuera de la pantalla, el resto del universo parece forzado a la felicidad, incluso contra su voluntad, todos bien plastificados y relucientes como clones de un pecho de Pamela Anderson en una playa de Malibù.
      A traves de la comunicaciòn electronica nos liberamos de las ataduras fisicas, por que conceptos como edad, raza, sexo, talla o nacionalidad pierden todo su significado. Somos una corriente de palabras lùcidas, inteligentes, agudas como puñalitos. Nuestras observaciones son brillantes. Nuestra sensatez resplandece como un faro en la oscuridad de la noche que guìa a los cibernautas hacia cada uno, y el discurso que sale por las pantallas parece que es como el canto de una sirena, irresistible en el caos de la Ciber-Baker Street.
      Contrariamente a lo que sucede en la vida real, los demas nos conceden la oportunidad de expresarnos, sin anteponer prejuicios, y demostramos asi tener sentido del humor, sensibilidad, belleza interior. Somos un pequeño conjunto de bytes irremplazable, unico y esencial en el ciberespacio. Nos transformamos en una hetaira (dama, cortesana de la antigua grecia, prostituta) que se desliza por sobre las teclas, entre 20 y 35 tiernas primaveras en nuestro haber, e incluso màs, luciendo la piel dorada de una mulata caribeña y dotada de piernas infinitas. Inventamos un pasado exòtico y glamuroso en el que se cumplen todos nuestros sueños, e incluso nos inventamos nuestra propia vida, hacemos creer que somos lo que en realidad no somos, que nuestro estado civil es el contrario al que realmente estamos adcritos, en una palabra, mentimos, nos mentimos a nosotros mismos convenciendonos que todo esto es necesario sin saber por que, ignorando el verdadero sentido, ocultandonoslo incluso a nuestra propia persona y sin querer no nos damos cuenta de la herida y el desprecio que estamos causando a quienes nos rodean por el simple hecho de inventar un personaje y ocultar nuestra verdadera personalidad no se sabe bien por que. Y nos inventamos un futuro resplandeciente bajo nuestros dedos expertos y sensitivos sobre el insensible teclado.
     Ante estas perspectivas e incluso considerando el platonismo forzoso de este mundo virtual, que al excluir la carne del intercambio comunicativo, nos presentan inacabados ante los demàs, y hace que nos decidamos a encerrarnos con el portatil o con el sobremesa en casa y dejar el mundo real para los masoquistas. O quiza es que nos llegamos a considerar distintos al resto de los humanos, tal vez superiores, nos consideramos como aquellos dioses y semidioses que se presentaban en la antiguedad a las tribus indias y pensamos que el resto de la humanidad no comprende este estado mental de superaciòn por que sus cerebros no alcanzan a entender la felicidad que suponemos alcanzamos detras de la pantalla de un ordenador.
    El anonimato estimula la desinhibiciòn social y permite comunicarnos con desconocidos con mas facilidad que en un bar o en una discoteca donde la mirada o la voz pueden flaquear. La red ofrece estas digamos "ventajas" para la comunicacion sentimental. Resulta ideal para los tìmidos y los solitarios forzosos. El chat ofrece a traves de miles de kilometros de distancia la relacion con una ciberpareja hacièndose mas estimulante que la rutina con el marido o la esposa.
    Recapacitemos un poco màs del por què de todo esto. Generalmente se recurre al ciberamor o al cibersexo por varias causas principales. La insatisfacciòn, la de muchos hombres y mujeres depende muchas veces de uno mismo. En este caso, la falta de orgasmos ya no puede ser achacada al amante, pues èste es virtual. Los complejos, la Red los erradica a la hora de mostrarse "desnudo" ante la posible pareja. Ademas la Red ha conseguido que lo importante sea el interior de las personas, pues al no existir presencia fisica real, se interactua mas con la mente que con el cuerpo. La libertad, para quienes no busquen preambulos afectivos, permite al cibersexo de prescindir de arrumacos y carantoñas previas. Es decir, entrar directamente a practicarlo, y una vez cumplido el objetivo pretendido, simplemente desconectar. El anonimato, obviamente, la vida real no facilita la liberaciòn absoluta de los deseos mas profundos. En la Baker Street uno puede ser lo que le plazca, incluso tan perverso, sofisticado y desproporcionado como se quiera. La infidelidad, se puede ser infiel sentado en el sillòn de casa, chateando con alguien desde una ventana, se envia un "e-mail" a la ultima conquista realizada. Sin riesgos de encontronazos en lugares pùblicos, sin buscar hoteles donde esconderse.
     Un punto de reflexiòn. Nada hay comparado con el intercambio de una carta de amor como las de toda la vida, la caligrafìa manuscrita, el papel perfumado y los petalos de rosa, que añaden un plus emocional imposible de sentìr en un simple correo electronico.
     Sòlo una ùltima reflexiòn como ciudadano que soy de Baker Street, los chats, son divertidos y se conoce a gente muy interesante y a otras que no lo son tanto. Como en la vida real, se hacen nuevos amigos, amigos de verdad, pero que nadie cambie el placer que produce un beso a la persona amada por ninguna experiencia cibernètica, ya que se estarìa perdiendo la magia de un mundo real muy atrayente.
      Pasear por Baker Street puede ser una experiencia muy gratificante, pero tambien muy desilusionante, todo depende de lo que pretendamos hacer mientras caminamos por ella. Baker Street es como un potro salvaje, si lo domas podràs hacer con èl lo que quieras, si no lo domas, acabarà tiràndote de sus lomos y la caìda puede ser mortal .


Pero busquemos lo gratificante. Tomèmos un cafè en el "Ciber-38 de Baker Street", hablemos de lo que sucede en la vida real e involucrèmosnos en las alegrìas y en las tristezas que estàn ahì afuera y que son la autèntica realidad del ser humano. Desde aquì, desde Baker Street sòlo podemos aportar nuestro granito de arena en busca de los paraìsos perdidos, pero no nos engañemos.


Amigo mìo... ¿un cafè?

Sherlock
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