viernes, enero 06, 2012

La guardia pretoriana del Molt Honorable Francisco Camps

Una treintena de familiares, amigos y antiguos asesores acompañan al expresident en todas las sesiones

Son los amos. Hacen gestos al jurado. Insultan a las fiscales, al juez y al abogado de la acusación popular. Copan los pasillos del Palacio de Justicia y acribillan con miradas de asco a los disidentes. Actúan siempre al unísono, al milímetro. Son la guardia pretoriana de Francisco Camps, la claque que le ríe las gracias en la sala, la que se desborda en estudiadas coreografías de desafección cuando los testimonios no son benévolos. Una actitud que roza la desobediencia civil y que ayer hizo equilibrios por todas la líneas de seguridad posible. "Les ruego que no me hagan utilizar las potestades de policía que me otorga la ley", les advirtió el magistrado Juan Climent, acorralado tras la mesa presidencial por un enjambre de miradas acechantes.

También son un grupo de inflexibles jerarquías. En la cúspide está Isabel Bas, la mujer de Francisco Camps. Ayer, como cualquier otro día, ocupó su asiento en la primera fila, el cuerpo rígido, un bloque de hielo que jamás se consume; los ojos incisivos como bisturíes y la sonrisa dejada caer como un adorno con el que aligerar tanta suma de severidades. A ella dirige Camps todas la miradas y basta un movimiento suyo, por nimio que sea, para que la sala lo repita como un acto reflejo. Si ella se gira, todos se giran. Si come un caramelo, todos se sacan un caramelo del bolsillo. Suele ser discreta, pero también puede abandonar toda diplomacia sin perder la sonrisa. "¡Qué te den!", le soltó a un periodista la víspera de Nochebuena cuando este le preguntó qué regalos le habían pedido a Papá Noel.

Por debajo de Bas está la hermana de Camps, Leonor. Es lo contrario de su cuñada: impetuosa, vehemente, con el improperio siempre a punto en la boca. Es la más fiel representante de la teoría de la conspiración, de la supuesta conjura de jueces, fiscales y del socialismo internacional para hundir la carrera política de su hermano. "¡Qué zorra!", escupió hace días a una de las fiscales durante un interrogatorio. Una minucia en comparación al ataque de bilis que sufrió ayer durante toda la vista. "¡Qué cabrón! Pobre Paco, es que es la hostia", murmuró de manera perfectamente audible en dirección a Juan Climent, quien había intervenido para pedirle al testigo Arturo Alfonso Cenjor, contable y auditor de Forever Young, una mayor concreción en las respuestas.

De hecho, Climent es una de las bestias negras para los adláteres de Camps. El expresident ya lo dejó claro durante su declaración en los albores del juicio: "Usted fue asesor de Joan Lerma [jefe del Consell por el PSPV-PSOE en los años noventa]". Cada vez que Climent interviene, la guardia de Corps campista se desborda en gestos de desaprobación. Una animadversión sólo superada por la que profesan hacia Virgilio Latorre, el abogado de la acusación popular, representada por cinco diputados socialistas. Ayer, Latorre fue punzante con Cenjor, el único testigo que pasó por la sala. Fue un declarante más a las órdenes de Eduardo Hinojosa, el amo de Forever Young, a quien se le acusa de haber manipulado pruebas para suprimir a Francisco Camps y Ricardo Costa de la documentación que probaría que recibieron regalos de la Gürtel. Una maniobra que se habría producido después que Hinojosa y Federico Trillo, diputado y emisario del PP para borrar el rastro de la trama, se reunieran en al menos dos ocasiones.


Credibilidad

Cenjor intentó restar credibilidad a los tickets y facturas en los que aparecen los nombres de los políticos valencianos. "No es un documento oficial de la tienda y carece de sello", se refirió a un papel en el que se asocian prendas valoradas en 30.000 euros a Camps, Costa y Álvaro Pérez, el Bigotes, el cabecilla de la red en Valencia. Pese a ello, el letrado de la acusación atornilló a Cenjor, quien acabó reconociendo que más allá del caos contable, los pagos siempre corrían a cuenta de la Gürtel. Es el caso de un documento manuscrito a nombre de Camps y Pérez con diversas prendas por valor de 4.040 euros. "El importe coincide con un pago de Orange Market [la firma valenciana de la red] por un metraje de tela industrial", admitió.

La presión de Latorre hizo estallar a la sala. "¡Ya vale! ¡Ya vale!", se oyeron gritos desde el fondo. El expresident masculló entonces una serie de palabras irreconocibles y se ganó la enésima reprimenda de Climent: "Señor Camps haga el favor, que le estoy viendo vocalizar". "¡Madre mía, madre mía!", le respondió el Molt Honorable con los brazos extendidos hacia el techo.

Leonor acudió en auxilio del hermano y fumigó a Latorre con la mirada: "¡Qué cabrón! Este es un amargado". "No hay más preguntas señoría", concluyó Latorre y la sala se convirtió en un estruendoso suspiro unánime de alivio. Acto seguido, Leonor agarró una cuartilla doblada por la mitad y empezó a redactar compulsivamente: "Padre nuestro que estas en el cielo, santificado sea tu nombre...", se detuvo, mostró el papel a una amiga y lo lanzó al final de la banqueta.


SERGI TARÍN Publico.es



Sherlock... buscando pistas



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